Dos niños frente al mar

Solitario frente al mar, contempla abstraido el viaje de un flotador, al extremo de un hilo, entre él y el deseo.

Permanece ensimismado en este viene y va de la vida, con la mirada fija, con la mirada perdida.

Los que pasan, le miran; resulta inevitable. Algunos se detienen, le dan los buenos días.

Tal vez sean tardes, quizá noches. El momento no importa cuando de escuchar al alma se trata.

Pensamientos sencillos le asaltan y luego, como llegaron, se van. Repasa su vida, sabe que todo seguirá igual.

El tiempo se ha detenido, el alma en vilo. Algo ocurre en el extremo del hilo.

Se ha roto ese plácido sueño en que estaba inmerso; acaba de aceptar el tan ansiado duelo.

La adrenalina se adueña de lo que fue un cuerpo sereno. Un controlado tirón. Al otro lado, el preso.

El corazón se acelera, la mano tiembla; el pez, pelea.

Un niño se emociona, grita en silencio al mundo el ansiado evento.

Poco a poco aparece, atrapadao en el otro extremo; se sacude, se agita; busca un camino. Ha sido engañado; tarde o temprano, lo somos todos.

Parece muy grande, enorme, sueña el niño.

Llegó tembloroso. "Hola señor" y se quedó a su lado; ensimismado también, el mar contemplando. Es como un hermoso pez, en un mar de ilusiones, atrapado.

Con sus manos crispadas, su corazón latiendo, asiste visiblemente emocionado a la lucha del pez, contra el anzuelo.

Mira al mar, mira a su nuevo amigo; sus piernas tiemblan, su mundo también está detenido.

Se miran a los ojos, contemplan el trofeo.

"Hasta mañana señor".

Es su hasta luego.

Pedalea feliz, emocionado. Una nueva lección ha aprendido; lo han devuelto a su mundo, se siente liberado.

Era pequeño. En el mar era como él, era un niño. Vuelve a ser libre, ha terminado el sueño.

Vuelve la calma, seguro que pronto, llegará otro niño